Cómo prevenir y liberar resentimiento en tus relaciones

“Nunca te disculpes por mostrar tus emociones. Cuando lo haces, estás disculpándote de la verdad ~Benjamin Disraeli”

Con frecuencia, experimentamos resentimientos hacia otras personas cuando caemos en cuenta de que es difícil perdonar y nos aferramos al dolor.  Siempre que sentimos que hemos sido tratados injustamente, juzgados o traicionados, tenemos una ponderosa reacción interior.

Las emociones que experimentamos son fuertes. Las sentimos intensa y profundamente,  porque nos desafían a rearmar la imagen de nosotros mismos que guardamos en nuestro interior.

Las emociones dolorosas que no llegamos a expresar ocurren como resultado de las acciones de otras personas, y pueden convertirse en resentimiento si no son liberadas de una manera saludable, efectiva y pronta.

El resentimiento vive en el interior de todos nosotros. Se alimenta de emociones y sentimientos negativos. Se vuelve más fuerte mientras más tiempo lo ignoremos. Puede convertirse en una coraza que aleja a las personas. Y que nos impide ver el mundo desde una perspectiva balanceada y saludable.

Si se queda sin resolver, el resentimiento tiene el poder de consumirnos por dentro, y es un combustible muy efectivo de la ira.

A su vez, la ira no expresada e internalizada es una bomba de tiempo que puede llevar a conductas abusivas o autodestructivas, o a una combinación de ambas. El resentimiento es una emoción muy privada y personal, que, de hecho, casi no tiene efecto en la persona a la que se dirige. Se queda con su portador, produciéndole dolor y negatividad.

Ciertas circunstancias te pueden llevar a acumular una gran cantidad de resentimiento en un corto periodo de tiempo, en una escala muy poderosa. Sobre todo cuando nos encontramos en la etapa en la que vamos formando nuestra personalidad. Si no se manejan adecuadamente, estos resentimientos pueden anidar en la personalidad y provocar que una persona sea muy negativa.

Muchos crecimos creyendo que expresar cuando estamos enojados o heridos resulta una conducta inaceptable. Lo mismo sucede con la decepción, la frustración y la tristeza. Así que es difícil manejar estas emociones cuando aparecen.  Para cuando alcanzamos la madurez, algunos hemos  llevado una carga internalizada muy pesada sobre los hombros. El resentimiento puede construir su casa en nuestro corazón y permanecer allí viviendo el resto de nuestras vidas, sin que nos demos cuenta, incluso.

Cuando alguien nos lastima, intencionalmente o no, es muy normal que simplemente neguemos nuestras emociones y las guardemos en una caja llamada “luego manejo esto”.  De cualquier forma, ese “luego” nunca llega.

Lo que sí llega es el resentimiento acumulado hacia esas personas que nos lastimaron, y por supuesto, el enojo.

Al mismo tiempo, escondemos nuestros sentimientos para no poner en peligro las relaciones que tenemos con las personas. Porque nos atemoriza que al mostrarlos, seamos rechazados. Este miedo irracional deforma la manera en la que nos relacionamos con los demás y nos llena de dolor. Al final, termina lastimándonos más de lo que originalmente nos hizo daño.

Sin embargo, un día nos damos cuenta de que no somos felices. Podemos tener un gran empleo y una vida modelo. Sin embargo, no alcanzamos a identificar eso que no nos deja ser felices.  Y es entonces cuando comenzamos a indagar y encontramos todo ese resentimiento que no expresamos y que acumulamos en nuestro interior durante años. Tanto, que se convierte en una parte de nosotros de la que ya ni siquiera nos damos cuenta. Pero que definitivamente está afectando negativamente nuestras vidas.

Al principio, es normal sentirnos débiles y cobardes. Y que el enojo se redirija a uno mismo. Sin embargo es parte del proceso de aprender a soltar. Sólo así podremos sanar nuestras emociones.  Se requiere un alto grado de honestidad y de  valentía para aceptar que estamos llenos de resentimiento.  Y que nuestros parámetros auto impuestos nos han limitado la capacidad de ser felices toda la vida.

Tomar la decisión de vivir libres de amargura y resentimiento requiere de mucho coraje.

Después de años de negar ante nosotros mismos este amplio espectro de emociones negativas,  generamos una personalidad que siempre está a la defensiva. Que siempre interpreta los actos de los demás como intentos de lastimarnos. Y nos alejamos antes de comprobar las verdaderas intenciones de las personas que nos rodean.  Nuestro resentimiento acumulado está ocupando el espacio vital que necesitan la confianza y el amor hacia los demás.

Cuando miramos hacia atrás, nos damos cuenta de lo liberados que nos habríamos sentido si hubiéramos expresado nuestras emociones a tiempo. También de que habríamos atravesado el proceso hacia el perdón de una manera mucho más rápida y amable.

Todas las personas necesitan expresarse. Esto no se trata de un lujo. Es una absoluta necesidad.  Para ser total y completamente nosotros mismos, necesitamos sentirnos lo suficientemente cómodos con nuestro ser como para expresar nuestras emociones. Sin importar qué forma tomen. Si estás experimentando sentimientos de resentimiento, algunos consejos prácticos pueden ayudarte a dejar ir y a avanzar.

Exprésate sin miedo

Cuando negamos nuestros sentimientos, estamos negando la verdad. ¿Qué tipo de vida estamos viviendo si no la vivimos de manera honesta? Permitirnos a nosotros mismos sentir una amplia gama de emociones no sólo es liberador y necesario. Además ayuda a que nos desintoxiquemos de toda esa negatividad a la que nos estamos aferrando de manera inconsciente.

Muchos de nosotros estamos condicionados para interpretas nuestras emociones como “buenas” o “malas”. Más allá de etiquetar emociones complejas como blancas o negras, está la capacidad de aprender de ellas y evolucionar como seres humanos.

Por ejemplo, los celos pueden ser considerados como una emoción negativa. Sin embargo, si tenemos abiertos nuestros corazones y nuestras mentes, también podemos ver esta emoción como una puerta de aprendizaje personal sobre el miedo, la lealtad y la conexión.

Cuando alguien nos lastima, de manera intencional o involuntaria, tenemos que acatar nuestra responsabilidad de expresar el dolor que sentimos. Por nuestro propio bien.

Esto no tiene nada que ver con la indulgencia o la lástima.  Si no comprender que es nuestro derecho expresar el dolor de una manera efectiva y saludable que nos ayude a dejarlo atrás. La próximas vez que experimentes emociones fuertes como el  miedo, el dolor, la decepción, la ira, o el pánico, trata de usar este mantra.

“Justo ahora siento (inserte aquí la emoción). Me doy permiso a mí mismo de sentir (inserte aquí la emoción) porque tengo derecho de expresar mis sentimientos y emociones.”

Cuando dejamos de intentar tener un control absoluto sobre nuestras emociones,  y comenzamos a aceptar la diversa manera en la que nuestros corazones se comunican con nosotros,  la vida comienza a enseñarnos una de sus lecciones más valiosas.

Comunica tus sentimientos

Se requiere mucha Fortaleza y coraje para expresar y comunicar nuestro dolor a la persona que nos lastimó. Haciéndolo, dejamos ver nuestro lado vulnerable. Justo la parte que queremos proteger y mantener segura. Pero, al mismo tiempo, cuando comunicamos nuestras emociones dolorosas, damos un paso fuera de nuestra zona de confort. Y nos movilizamos hacia grandes aprendizajes y oportunidades de crecimiento.

La próxima vez que las acciones de alguien te lastimen, intenta decirle cómo te sientes. Por ejemplo: “Cuando levantas la voz, me siento asustado y siento que me faltas al respeto”.  O: “cuando me ignoras, siento que no me aprecias”. Elige las palabras adecuadas para comunicar tus sentimientos.

Trata de expresarte desde un estado mental calmo y balanceado. Tus palabras tendrán un efecto más profundo si puedes expresarlas de una manera segura y saludable. Recuerda que estás hacienda esto  por ti. Tal vez también ayude a la relación, pero tu principal motivación de comunicar y expresar tu dolor es tu compromiso de vivir una vida honesta. Libre de resentimiento.

Practica el perdón

El acto de perdonar es en honor exclusivamente tuyo. La habilidad de completa y verdaderamente perdonar es uno de los más grandes regales que puedes hacerte a ti mismo.  Cuando perdonamos, dejamos de permitir que el pasado dirija nuestro presente. Reconocemos que deseamos lo mejor para nosotros mismos. Y aceptamos que nuestras heridas nos ayudaron a crecer como personas.

Dejar ir el resentimiento no necesariamente lleva al perdón. Pero cuando aceptas el perdón, el resentimiento deja de existir. Cuando nos comprometemos a expresarnos plenamente, nos volvemos más fuertes, más seguros y más conscientes.

No podemos controlar lo que otras personas harán. Pero podemos controlar la manera en la que reaccionamos.  Cuando practicamos un estilo de vida honesto,  la expresión personal, y el perdón, el resentimiento simplemente no tiene cabida en nuestra vida.

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