Ya hemos hablado antes sobre las terribles consecuencias de abusar de las drogas, y de lo sencillo que puede ser caer en una vida de adicciones. Pero también hemos compartido algunas bellas historias sobre personas que encontraron la fuerza para cambiar sus vidas. ¿Recuerdan a la joven adicta a las metanfetaminas que cambió su vida gracias a las últimas palabras de su abuelo? ¿Qué hay del adicto a la heroína que cambió su adicción a las drogas por una adicción a la salud?
Para esta mujer llamada Kira Torres, desintoxicarse después de una vida de adicción a la heroína no era tarea fácil. Era un trance rudo y sucio, pero no lo tuvo que hace sola. En el relato que sigue –originalmente compartido por Kira en Facebook- Ella nos cuenta la historia de cómo su ahora esposo, Berto, la sacó de las calles y cambió su vida.
“Él día de hoy, cumplo cinco años sobria, lejos de la heroína
No sé exactamente qué día me desintoxiqué, porque realmente no creía que iba a permanecer limpia por más de una semana. Estaba viviendo en la calle, durmiendo en el subterráneo o en los edificios abandonados del aeropuerto, cuando conocí a mi esposo. Lo conocí a través de una amiga que terminó presa poco después de eso.
Berto preguntó si yo podría cuidar a sus hijos mientras él estaba en el trabajo, y traerlos y llevarlos de la escuela, justo como hacía mi amiga. En pago, el me conseguiría mi metadona. También dijo que podría quedarme en su casa. Así que por supuesto dije que sí, porque en Chicago estar sin hogar no es ninguna broma.
Todo lo que yo poseía era una maleta con algo de ropa en ella que realmente nunca usaba, pero que cargaba para todos lados apresuradamente. Yo era una drogadicta. Del tipo que puedes ver husmeando en la basura, sucia y mugrienta.
Berto terminó pidiéndome que saliéramos y yo enamorándome de él. Me pidió que me desintoxicara, y yo le dije que lo haría, pero no lo hice. Sólo me drogaba mientras él estaba en el trabajo. Todos sus amigos decían que no debía estar conmigo porque yo no era más que una drogadicta sin remedio.
Uno de sus hijos me descubrió comprando droga a cinco minutos de casa un día, y llamó a Berto para advertirle. Cuando comenzó a llamarme al celular, corrí lo más rápido que pude de vuelta a casa, abrí la ducha de tal forma que él pudiera oírla y cuando por fin le contesté, dije que había estado tomando un baño.
Así que terminó por no creerle a su hijo.
Poco después de eso, Berto tuvo un tremendo accidente automovilístico que le impidió trabajar por meses, así que no tuve otra opción que desintoxicarme. Esos fueron mis primeros meses limpia y él, básicamente, tuvo que cuidarme como si fuera un bebé.
Durante la abstinencia, yo sólo hablaba de droga, porque meterme drogas era todo lo que había hecho durante diez años. Seguía obsesionada con ella, y la única razón por la cual no estaba usándola era que Berto estaba conmigo cada segundo del día. Yo era un desastre. Era feliz con Berto pero al mismo tiempo estaba deprimida por que la heroína era el amor de mi vida.
Básicamente Berto consiguió seguirme amando mientras yo conseguía comenzar a amarme a mí misma y vivir plenamente sin necesitar drogas.
Cuando pudo regresar al trabajo, decidí darle a esto de estar limpia una oportunidad más, al menos hasta que terminara el verano, porque el invierno solía apestar sin heroína. Me ayudaba con Xanax para escapar un poco de los antojos de la droga.
Un día terminé robando un par de aretes de una tienda. Le di un puñetazo al guardia de seguridad cuándo me agarró y salí huyendo. Él notificó a los policías de la plaza y me aprehendieron. Lo que hubiera sido un delito menor si sólo me hubiera limitado a robar los aretes, se convirtió en un delito grave con la agresión a los guardias. Pasé de enfrentar una posible pena de un año en prisión a una de al menos siete.
Cuando entré a prisión, me di cuenta de que estaba embarazada de Sophía, y allí tomé la decisión definitiva de que no regresaría nunca a las drogas.
Y había perdido a mis dos hijos mayores gracias a mi adicción y me negaba a perder uno más.
Le hice una promesa Dios de que nunca volvería a drogarme ni a robar de nuevo. Dios debe haber estado escuchando y creyendo en mí, porque logré salir inocente del juicio, aún con el guardia testificando allí mismo con el ojo morado. Salí caminando de esa corte como una mujer libre por la sencilla razón de que nunca me dieron la oportunidad de pagar, pese a que lo golpeé y salí corriendo. Así que, he cumplido la promesa que le hice a Dios hasta la fecha.
No he robado ni me he metido heroína por cinco años. Dejé el Xanas tan pronto salí de prisión porque no deseaba caer en otra adicción tampoco. Sólo lo tomaba cuando se presentaban síntomas graves de abstinencia y me daba un ataque de ansiedad, y eso después de tener a mi hija.
Berto y yo nos casamos y hemos estado juntos desde entonces. Fui a la universidad pública y obtuve un título en psicología para convertirme en consejera de adicciones.
Eso se convirtió en la primera meta cumplida de mi vida. Pude ingeniármelas para mantenerme limpia cuando murió mi padre. Eventualmente, dejé también la metadona después de mi segundo bebé.
El final del año pasado fue difícil. El más difícil que tuve desde que me desintoxiqué. Pero no me di por vencida.
Pude poner un pequeño negocio hace dos años y también pude tener dos hijos. Finalmente, fui capaz de rentar una casa y estoy por comprar mi propio hogar muy pronto. Ha habido gente que ha intentado destruirme a mí y lo que he construido, pero cuando haces las cosas, bien, nadie puede dañarte. Ahora soy lo bastante fuerte como para remover a las personas tóxicas de mi vida.
Cuando comprendes lo que verdaderamente puede hacerte la droga, entiendes que bajo ninguna circunstancia puedes volver a hacerlo de nuevo. Por diez años pude engañarme a mí misma y decirme que sólo iba a ser “una dosis más”.
Entonces comenzaba la obsesión y no me detenía hasta que me encerraban.
Ahora entendía por completo que no podía consumir ningún tipo de opiáceos, ni siquiera píldoras médicas, porque mi cerebro no entendería la diferencia entre una bolsa de heroína o una píldora. Sabía que incluso las píldoras para el dolor podrían llevarme de vuelta a la heroína. Así que ni siquiera tomo medicamentos analgésicos.
He pasado cinco largo años sin ningún tipo de opiáceos. Un día a la vez, como dicen. Mis hijos me mantienen limpia. Si tengo un antojo, abrazo fuerte a mis bebés y hablo con mis amigos. Hablar con ellos me ayuda a mantenerme limpia. ¡No puedes guardarte todas esas cosas porque un día simplemente terminarás explotando!
Hay una cosa en particular que debes cambiar si quieres desintoxicarte, y ese pequeño detalle es: Todo. Cambiar mi manera de pensar fue lo más difícil de lograr, pero es la única manera de hacerlo.
Muchas personas me preguntan cómo lo hice. La respuesta es sencilla. Esta es la historia. Si estás luchando por desintoxicarte siéntete libre de mandarme un mensaje. Créeme, si yo pude, tú puedes también. Pero sólo los fuertes sobreviven.
Es una lucha y una batalla de todos los días. Aprendiendo nuevas formas de pelear es como logras la victoria.”
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