Si hay un área de nuestras vidas en la que tendemos a cuidar más, esa sería las relaciones. En el libro “come, ora, ama” de Elizabeth Gilbert, ella describe a su amiga, un psicóloga, a quien le piden ofrecer terapias a refugiados camboyanos. Intimidada por la tarea de ayudar a personas que han sufrido tales travesías, ella descubre que todo lo que ellos querían hablar era sobre sus relaciones.
Las relaciones traen nuestras grandes alegrías y nuestros grandes desafíos. Desde una perspectiva espiritual, las relaciones son asignaciones con el propósito de hacer crecer las oportunidades. Es en el contexto de una relación con otro individuo donde vemos los lugares en donde necesitamos curar, basado en nuestros detonantes, bloqueos y patrones.
La codependencia es debatiblemente uno de los más grandes retos que muchos de nosotros enfrentan en las relaciones – ese sentimiento de no poder existir sin la otra persona, que su existencia y validación es requerida para que nosotros nos sintamos felices, incluso completos. La codependencia nos impide el acceso a nuestro mejor ser, y también bloquea el potencial para crecimiento futuro en la relación.
Extrañamente, muchos de nosotros ni siquiera sabemos que estamos desarrollando patrones de codependencia en nuestras relaciones. ¿Por qué? Porque se nos ha enseñado a creer ciertos mitos sobre el funcionamiento de las relaciones, especialmente relaciones románticas. Muchos de estos métodos albergan la codependencia.
Estaba viviendo en relaciones codependientes por dos décadas y no lo sabía. Cuando toqué fondo después de un rompimiento hace unos años, todo se me fue revelado; mis miedos me atacaron y mis patrones salieron a la superficie de mi piel para que yo lo viera claramente. Mis miedos de estar solo, mi profundo anhelo por amor y atención fuera de mí, el hecho que había puesto mi poder en otra persona haciéndola la fuente de mi amor y felicidad, todo eso llego a mi consciencia y ya no había retorno.
Finalmente estaba listo para hacer las cosas diferentemente. Sabiendo que debe haber un mejor camino, di mis primeros pasos en mi camino espiritual y experimenté una transformación radical de adentro hacia fuera, empezando con la relación conmigo mismo. El primer paso era estar consciente – reconocer las maneras en la que había vivido en relaciones de codependencia y dejar que el miedo guiara mi camino, el cual no era amor.
Por mucho tiempo la codependencia parece amor intenso, pero “necesitar” otra persona usualmente nace del miedo, no del amor. Aquí están las 10 maneras comunes para identificar si estás en una relación de codependencia (y puede que no lo sepas):
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No puedes vivir sin la otra persona
Yo sé que esto se supone que es romántico, pero no lo es, es apego, lo cual es diferente a una conexión. No es sexy y no es gratificante. Reconoce tu totalidad y plenitud para que puedas disfrutar verdaderamente a la otra persona en tu vida en vez de ser media persona que está incompleta sin alguien más; tu eres el pastel – todo lo demás es el glaseado.
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La otra persona debe comportarse en cierta forma
Para poder sentirte amado o para poder amar a otro, la otra persona debe ser quien necesitas que sea. Esto es amor condicional (en vez de amor incondicional), lo que no permite que la otra persona sea quien realmente es: en otras palabras, tu felicidad depende de que ellos sean como tú quieres que sean.
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Culpas a otros por cómo te sientes
En realidad nosotros mismos somos responsables de cómo nos sentimos y no es responsabilidad de otros el hacernos felices. Nosotros mismos nos hacemos felices para que otros puedan hacernos felices.
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Juegas el papel de cuidador
Una relación sana es entre dos adultos, no entre dos niños o un niño y un adulto. Cuando estamos actuando como madres/padres o cuidamos de alguien que no se cuida a sí mismo, es desalentador para ambas personas. Cuando crecemos espiritualmente, aprendemos a cuidar de nosotros mismos para que otra persona no tenga que hacerlo por nosotros y podemos vivir en nuestra verdad más elevada, no como un niño o como una víctima. Somos totalmente capaces.
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Controlas los resultados y las situaciones
Cuando estamos controlando a la otra persona o como las cosas se desarrollan, estamos viviendo en miedo y no en amor. Sométete a la relación, sométete al proceso de la otra persona y a sus elecciones y confía que todo se desarrollara a la perfección si permites que eso ocurra.
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Das desde una posición de carencia
Tal vez nos pongamos a nosotros mismos en el último lugar y nos enfocamos más en la otra persona que en nosotros mismos y nos perdemos a nosotros mismos en la relación. Este patrón viene de la falta de amor propio y cuando tratamos de dar desde un pozo vacío, la ira y el resentimiento puede acumularse porque no nos llenamos a nosotros mismos primero y damos desde una posición de abundancia.
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Piensas que tu felicidad yace en la otra persona
No es así. Nuestra felicidad está dentro de nosotros y cuando dejamos de buscarla en nuestra pareja y en vez de eso nos conectamos con nosotros mismos en una práctica diaria, nos conectamos a nuestra verdadera fuente dentro de nosotros y esa felicidad puedes desbordarse hacia la otra persona, en vez de hacer que esa persona sea nuestra única fuente.
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No te sientes libre
Amor es libertad. Reglas y restricciones son miedo. Debemos hacer lo que queramos hacer, no lo que la otra persona quiere que hagamos.
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Estás esperando ser salvado
No, esta no es una elección consciente, y sí, es rampante en nuestra psiquis colectiva. Sálvate. Sé tu propio caballero de armadura brillante, la heroína de tu propia historia y luego el podrá ser quien necesite ser, sin tener que rescatarte.
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Piensas que necesitas obtener el amor que quieres
Dar amor es más importante que recibir amor. Tienes una fuente ilimitada dentro de ti. Se te regresará diez veces.